La sangre de la aurora, de Claudia Salazar Jiménez, es una novela que se adentra en tres historias distintas de mujeres para interrogar el lugar del cuerpo de las mujeres en contextos de violencia.

Está ambientada en el  conflicto armado peruano, pero su narrativa resuena también en comunidades víctimas de genocidio o en cualquier lugar donde la violencia se inscriba sobre los cuerpos de las mujeres.

Con una propuesta estética y desde el lenguaje, la autora rompe con la linealidad y con la narrativa autoritaria de “una sola versión” de los hechos. Su escritura fragmentaria y sensorial multiplica las voces y amplía el lente: la violencia no proviene de un único agente, sino que se reproduce de forma estructural, ramificándose en diversas direcciones.

La autora pone en el centro algunas preguntas como ¿cómo contar el horror? ¿hasta dónde se puede representar lo representado? ¿qué imágenes persisten en la memoria cuando el lenguaje mismo se desmorona?

En este libro, la voz es el cuerpo. Los personajes se construyen no a partir de su descripción física, sino desde una voz varrativa. A lo largo de las páginas  hay sonidos, lamentos y amenazas. Es un texto sonoro  donde están presentes las voces del campo y de las personas borradas de la historia oficial.

La sangre de la aurora es una novela potente y clave entender las formas en que la violencia ha marcado —y sigue marcando— los cuerpos y las memorias en Latinoamérica.

Edita malastierras

Reseña por Dora Navarrete 

Fragmento:

Jamás podré decir que lo he visto todo. Sé que siempre hay algo aún más terrible a un par de pasos. El horror siempre puede crecer, expandirse por cada partícula del aire. Cuando la humareda se disipe, ahí estallará nuevamente mi disparador, haciendo muchos clics, muchas tomas, mi mano guiará la cámara, ¿o será a la inversa? El encuadre exacto para mostrar, ¿mostrar?, ¿a quién?, ¿para qué? A veces prefiero no mirar, que sea la cámara el único testigo. El encuadre gritará lo que se prefiere callar. No puedo creerlo, ese olor, otra vez. El olor. El silencio. El olor y el silencio acompañan al encuadre aquí y ahora. ¿Qué es mirar? ¿Cómo puedo hacer que el olor se impregne en la foto? Mil tomas no me bastan. Kilómetros de rollos no alcanzan. Pero ahí está la historia frente a mi cámara. Que los ojos puedan oler todo esto y que sientan la humareda despejándose como el telón que pronto develará eso que quiero y no quiero seguir mirando. Que la cámara vea. (página 72)